Las historias de las pequeñas cosas...

(en principio pido disculpas si esto es muy disgresivo. Hace mucho que no vengo por acá y la otra, la que no se llama Lucía, tiene mucho por escribir y demostrar, así que es probable que algo se filtre. Gajes de la esquizofrenia académica.)


No me acuerdo el nombre, sinceramente. Pero alguien ya escribió un libro sobre la historia a través de las cosas cotidianas. De hecho, Ricardo Menéndez Salmón - mi nuevo objeto de deseo - se pierde en una pequeña disgresión sobre eso en El Corrector.

De cualquier modo, siempre es reconfortante encarnar lo que uno lee. Y no sólo para uno.

En un arranque de aburrimiento los compré. Llegaron por correo, lo cual es una delicia, porque siempre parece un regalo. Eran altísimos, y mi número, que es francamente chico, los hacía parecer gulliverianos. Turquesa oscuro, para más datos.

A ver, me dije, y me los probé.

Puf. Encantamiento instantáneo. Sentí cómo la cintura se me arqueaba levemente, como mis pantorrillas se redondeaban y, por supuesto, como mi culo brotaba contento y orgulloso. Para qué negarlo, el contraste turquesa blanco también hacía lo suyo.

No podía quedar así. La imagen que me devolvía el espejo debía hacer algo. Dejé todo en manos de la otra.

La otra buscó lingerie acorde y la encontró. La otra se agazapó (aunque no mucho, por eso de la postura, se entiende) y esperó con su arma mortal - la sorpresa- debajo de su brazo y por todo su cuerpo.

El efecto visual hizo el resto.

Dicen que las mujeres son mucho más visuales que los hombres. Dicen que es al revés. Lo cierto es que armar una fantasía no requiere de comparar intensidades, sino de mezclarlas.

Esa tarde hubo succiones, mordiscos, urgencias. La piel se rasgó un poco también, a qué negarlo. Probablemente duela un poco en los días venideros, un señalador pseudomasoquista de lo que ya se empieza a diluir por su propia y aparente irrealidad.
Ya en la arena de la calma, con los residuos de la otra y el otro todavía ardiendo, los contemplo de lejos. Desordenados, satisfechos.

Pienso quizás en la red de las pequeñas historias.

Quizás sonrío también.

5 comments:

dulce said...

hermoso, como todo lo que escribis,sos muy intensa.

Lamasput said...

Gracias Morabia!! Un placer tenerte por acá.

dulce said...

Lamas el placer es de todos los que te leemos, es muy díficil encontrar algo bueno para leer y te repito sos impecable, lo único escribi más seguido,saludos.

Anonymous said...

Me recuerda a algo que yo hice hace poquitos dias, pero no tuve tu suerte...
Salí decidida a emcpntrarlo, ya lo tenia en mi cabeza, solo habia que materializar la idea y lo encontre! Un vesetidito negro, con una sola manga, cortiti, cortito...divino!!! La noche terminó con mas de mil lágrimas.

Lamasput said...

C. hermosa! Ni tu vestido ni vos en él merecen una sola lágrima. Podría hacerme la madura y aconsejarte si no te entendiera perfectamente. El dolor es demasiado parecido a la pasión, o quizás su reverso, para que podamos distinguirlo cuando nos encadenamos a el. Gracias por pasar.

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