Acabáramos



Cuando el fuego crezca quiero estar allí
Yo Caníbal.


Hay gente que te inunda de literatura, no hay caso. Como si te acabara en la cara, y toda esa fuerza luego de rebalsarte se te quedara, se te metiera por la boca y los ojos, pero también más adentro. Y entonces empezás a fantasear - una de mis fases preferidas, lo confieso- y tenés diálogos perfectos, escenas de las mejores pelis que te puedas imaginar - o sacadas de fantasías añejas también, que tuvieron otros protagonistas en su momento (que ahora palidecen), y se renuevan al meter a la nueva persona- y, claro, polvos siderales que conmueven tiempo y espacio.

Hacía mucho que no me tocaba. Es decir, fantasías, siempre, claro, pero mucho tiempo que no llegaban a la necesidad imperiosa de llevarlas a la realidad a través de un orgasmo real e imaginario al mismo tiempo.

Hacía mucho. Hasta que llegó él. A romperlo todo, a quebrar la calma, el orden, la estabilidad, y sin ni siquiera tocarme. Sólo con pronunciar mi nombre - lo hizo una sola vez, pero alcanzó- yo supe que tenía material para rato. Desde entonces cada minuto - de vigilia y en mis sueños también- se dedica a reactualizar viejas fantasías, a hacer planes de un futuro completamente incierto, a generar escenarios originales, a follármelo una y otra vez, a disfrutar inventándome - creando, imaginando- su deseo.

Hay gente que te inunda de literatura, digo. Que te acaba una y otra vez infinitas leches, que te lleva a una existencia paralela, y entonces tu burda cotidianidad se transforma en película, en poesía, en calentura permanente, en fantasías que te asaltan en todos lados, no piden permiso (o no lo necesitan), te atropellan, te ganan, y te dejan con ganas de más. Mucho más.

Bienvenido a mi vida. No te estábamos esperando, pero qué bueno.


0 comments:

Post a Comment