Nuestra hipótesis hoy se orienta a la función de sentidos. Estamos convencidos de que éstos no trabajan en forma conjunta constantemente, sino que se reparten en las diferentes etapas de todo encuentro sexual, casi como si fuese un libro. Por ejemplo, la vista es claramente la introducción o el prólogo. Vemos lo que queremos, guardamos los detalles que suponemos se adicionan a una lista de signos que consideramos correctos o excitantes en nuestro sistema, El oído también puede intervenir - ciertas palabras, referencias, ciertas conjugaciones hasta incluso ciertos tiempos verbales que nos suenan un tanto excéntricos pueden conformar parte de ese conglomerado o desactivarlo también, claro - aunque escuchar también tendrá su protagonismo más tarde.

(Por ejemplo yo te miro ahora a través de esta mesa y tu manera de expresarte, la forma en que movés las manos y esa risa semihistérica me seducen quizás a tu pesar. Lo que me gusta mirar en vos me recuerda a otras cosas que me gustaron antes y quizás ahí están todos tus puntos a favor, quizás sea esta casualidad, este volver a contemplar algo que amé en vos lo que llama mi atención visual y me pone en alerta.)

Luego viene el tacto, que marca los primeros acercamientos. Pequeños roces, mínimas cargas de estática, body language que le dicen también.

(Y empieza, por ejemplo, con los hombros. Una situación cotidiana, normal que implica subrepticiamente que nuestros hombros se rocen, casi descansando el uno en el otro. No la mano típica de película yanqui, sino otras partes, partes olvidadas quizás por productores pero resignificadas en nuestro realismo. Hombros, codos, hasta muslos a veces, roces inocentes inconscientes que testean y prueban lo que los ojos ya habían encontrado)

El tacto deja su lugar al olfato, el umbral que desata, si se desata, la catarata de sentidos. No solamente un perfume, una mercancía al fin y al cabo, sino también un atisbo de lo que la fragancia prefabricada esconde. Podríamos no estar en lo cierto, pero nuestra teoría es que somos grandes cuerpos olfativos y que disfrazamos con la vista lo que en realidad aceptamos con nuestra nariz.

(Claro que moriría por esnifarte, pero la vista ya me advirtió sobre tu inseguridad fingida. Atisbo algunos rastros, espero, acecho por más hasta que el encuentro me permita inhalarte por completo)

Si tenemos suerte, todos los indicios que recolectamos con educación aprendida nos llevan a tentar las condiciones y jugarnos al encuentro. Todos los sentidos anteriores nos brindan las pistas para ponernos en acción. Hemos aprendido por estímulo/reacción nuestros movimientos precisos. La presa - a qué negarlo, es una presa- cae. Es el momento, entonces, de la segunda aparición del tacto que sumado al gusto se unen al banquete del olfato.

(Y ahora sí tenemos vía libre. Mientras vos te introducís en mis sentidos yo sigo comprobando lo que ya sabía y aprendiendo nuevas cosas. Partes sedosas, rugosidades, aromas finalmente alcanzados y que me quiero llevar. Lamidas, paladeos, sorbos salados. No sólo se devora con la boca sino con todo al mismo tiempo. Sinestesia, que le dicen los poetas.)

Adentrarse en lo que sigue no hace más que probar nuestro punto. Es el tiempo de los órganos que abrazan y abrasan, de las urgencias dérmicas, del azar del clímax y finalmente del descanso del organismo entero.

(No, claro que no me importa que apagues la luz. Si tu inseguridad se siente menos insegura así, no hay problema. Yo veo por mis dedos, te busco con mi nariz y te recorro con mi lengua ¿Necesito verte acaso? Las pistas que me faltan me las comunica lo que escucho y las instrucciones que no te animás a darme me las dictan tus espasmos. No, claro que no me molesta la ausencia de luz, casi que me ayuda)

2 comments:

María said...

Lu: Texto sumamente didáctico, apropiado para guiar un taller de escritura especializado en literatura erótica. No sé ..., pero se me ocurre que estás haciendo un master en el exterior y aprovechas lo que investigas para subir al blog porque no dispones de tiempo para la "creación". Interesante para mi gusto, pero quiero volver a leerte menos erudita y más poética. Un abrazo, María.

dulce said...

Lucía, perfecta inteligente, pero como tu fiel lectora coincido con María VOLVE¡¡¡, yo te extraño.

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