Ante tanta histeria colectiva frente a fechas que jamás han significado nada más que, justamente, histerias colectivas, se nos ocurrió establecer nuestro propio juego con el tiempo (o, en rigor, decidí y le hice creer amablemente que había sido él el de la idea. Como ven, la gente de Inception no ha inventado nada, ni mucho menos algo de ciencia ficción).
Pusimos simbólicamente nuestros relojes a cero; es decir, establecimos un límite en el tiempo para la ocurrencia de un suceso.
El suceso, convengamos, no es grandilocuente, aunque sí decisivo.
Nuestros relojes llegarán a término en el momento en que nuestros reproductores de música toquen (sí, soy antigua, me gusta pensar que tocan) la misma canción al unísono. ¿Cuál será el evento que signe este fin de los tiempos? Bueno, quedamos en que eso lo decidiríamos al calor de los acontecimientos, aunque sospecho que ambos tenemos cosas parecidas en mente.
Hoy viene a cenar.
En cuanto se distraiga, echaré mano a su i-pod.