Frenemies

Existe una tensión cristalina y palpable entre nosotras. Hay algo en su esencia que me despierta una violencia tan feroz que desafía mi imaginación y mis límites, que ya de por sí bastante extensos.

No estoy segura, pero sospecho que es la misma esencia que se posa sobre diferentes cuerpos a lo largo de mi vida. Ahora que lo pienso, todas ellas tienen eso en común, no sólo sus características, sino su idéntico efecto en mí.

Para complicarla, estas violencias se cocinan al fuego lento que te obliga un trato por obligación.

La que me ocupa ahora me hace chirriar el cerebro con su pretendido estilo de niña atontada. Escribe desde una vulgaridad fingida y luego en persona critica la barrialidad genuina. Quiere y no quiere, quizás por eso me molesta.

Hace años tuvo una aventura con un poeta, y desde allí se autodeclaró cultivadora del género, con suerte imprecisa. Construyó su propio pedestal y cree obliterar desde el desprecio un talento que francamente le es esquivo.

La otra que me toca en suerte en este momento es incluso peor. No sólo se finge inocente, sino que es seriamente dañina detrás de su cara anodina. Eterna niña, pretende a través de zancadillas clavar puñales y, es claro, le resulta un poco dificultoso, aunque no deja de ser molesto.

A ambas les arrancaría la piel como se hace con los empapelados, despacito y con un cuidado infinito. Todo esto previo a descargar mi furia sobre sus piezas dentarias para borrarles la sonrisa que ya nadie cree. Así hasta que me canse.

¿Qué tiene que ver esto con el erotismo? Bueno, un conocido -gay declarado, militante y abusivo de su condición también, por qué no, todo sea dicho - me dijo una vez que miraba las películas esperando que los protagonistas aunque sea se trenzaran en una lucha cuerpo a cuerpo, que con eso a él le alcanzaba (no pienso extenderme en un comentario sobre esto porque este personaje merece un post propio). Según el, cualquier acción es acción erótica.

No se si estoy de acuerdo, pero me viene de perlas en este momento.